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La fe verdadera no tambalea ante las dificultades; las enfrenta con la certeza de que todo es posible.
Mariela destaca que la conexión con lo divino no se logra con fórmulas prediseñadas, sino con un corazón lleno de confianza.
La fe es una fuerza capaz de mover montañas, pero para que esto ocurra, debe ser una fe auténtica, comprometida y ciega. Mariela Gauna enfatiza que la verdadera fe no admite dudas ni inseguridades; es una entrega total a la certeza de que las fuerzas superiores están actuando a favor de quien cree. Sin esta convicción absoluta, la energía necesaria para movilizar cambios simplemente no se genera.
Cuando una persona tiene dudas, está enviando un mensaje contradictorio al universo, lo que bloquea el flujo de energía que podría transformar la situación. La fe no es simplemente esperar que algo suceda, sino tener la certeza de que ya está ocurriendo, aunque no sea visible en el momento. Esta certeza es lo que activa el poder espiritual y permite que lo imposible se vuelva posible.
La duda, por pequeña que sea, actúa como un freno que detiene el proceso de manifestación. Si en el corazón de quien reza hay miedo o incertidumbre, la energía emitida se fragmenta y no logra alcanzar su objetivo. Mariela explica que esto no significa que las personas deban ignorar sus emociones humanas, sino que deben trabajar en fortalecer su confianza y compromiso con el acto de fe.
La fe real es una alianza entre la mente, el corazón y el espíritu. Es un acto de valentía que no necesita pruebas visibles para creer en lo intangible. Mariela Gauna describe esta fe como «ciega», no porque carezca de fundamento, sino porque no exige evidencias para mantenerse firme. Es esta clase de fe la que mueve montañas, transforma realidades y desbloquea caminos que parecían cerrados.
Una fe comprometida no duda de los tiempos ni de los procesos. Confía plenamente en que todo sucede en el momento y de la forma en que debe suceder. Mariela destaca que este tipo de fe no solo genera cambios externos, sino también internos. Fortalece la conexión con las energías superiores, aporta paz mental y emocional, y permite afrontar los desafíos con una actitud renovada.
Por el contrario, cuando la fe es débil o superficial, no tiene la fuerza necesaria para superar obstáculos. Es como intentar empujar una montaña con una mano temblorosa: el esfuerzo será en vano. La falta de fe no solo impide el movimiento, sino que también genera frustración y desconfianza en el proceso espiritual.
Mariela subraya que la fe auténtica es una decisión consciente y constante. No se trata de «intentar creer», sino de asumir la creencia como una verdad absoluta. Este compromiso requiere práctica, reflexión y, a veces, guía profesional para aprender a confiar plenamente en las fuerzas que operan más allá de lo visible.
En definitiva, la fe que mueve montañas es aquella que no tiene fisuras, que no titubea ante las dificultades y que se mantiene firme incluso en los momentos más oscuros. Sin dudas ni temores, esta fe genera una vibración energética tan poderosa que no solo transforma el entorno, sino también el espíritu de quien la practica. Mariela Gauna invita a las personas a cultivar esta fe comprometida, confiando plenamente en que todo lo que se pide con el corazón y la intención correcta puede hacerse realidad.
Cuando una oración se recita por obligación, su efecto es nulo porque no activa la conexión espiritual necesaria.
El compromiso ético de Mariela garantiza que cada trabajo esté diseñado para el beneficio y equilibrio del cliente.
El compromiso con la espiritualidad empieza por reconocer que la fe auténtica es el pilar de todo acto espiritual.
Mariela resalta que no se trata de cuántas veces se pide algo, sino de la intensidad con la que se cree en ello.
La fe auténtica de Mariela es la base que asegura que cada ritual tenga un impacto positivo y equilibrado.
Cuando se tiene fe auténtica, las energías fluyen de manera armoniosa hacia los resultados deseados.
La entrega total a la fe genera una vibración energética que puede transformar incluso las situaciones más difíciles.
Rezar con dudas o inseguridades es como intentar avanzar con una brújula descompuesta: el camino se pierde.
Una fe ciega no necesita pruebas; se sustenta en la certeza absoluta de que las energías superiores están actuando.
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