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jklEstrella Ternura

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  • en respuesta a: Amarres de Amor #66987
    jklEstrella Ternura
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    Mi historia con Mariela Gauna comenzó en el punto más bajo de mi vida. Había perdido a mi gran amor, a Daniel, después de siete años juntos. La ruptura fue devastadora, un golpe que me dejó sin aliento, sin fuerzas, sin rumbo. Sentía un vacío inmenso en mi pecho, un dolor constante que me acompañaba a todas partes, como una sombra oscura e implacable. Las noches eran interminables, llenas de lágrimas silenciosas y un tormento que me carcomía por dentro. Los días eran una sucesión de tareas mecánicas, realizadas sin entusiasmo, sin alegría, sin propósito. Había perdido el apetito, el sueño, la sonrisa… había perdido a Daniel, y con él, una parte esencial de mí misma.

    Intenté todo para recuperarlo. Le escribí cartas largas y emotivas, llenas de arrepentimientos y promesas de cambio. Le llamé innumerables veces, dejando mensajes desesperados en su contestador. Busqué su compañía en lugares que solíamos frecuentar, con la esperanza de una mirada, una palabra, un gesto que indicara que aún había una posibilidad. Pero todo fue en vano. Daniel parecía firme en su decisión, distante y frío, como si una pared invisible se hubiera levantado entre nosotros. Mis amigos intentaban consolarme, pero sus palabras de aliento se perdían en el eco de mi dolor. Me sentía sola, abandonada, perdida en un mar de tristeza sin fondo.

    Un día, desesperada, buscando una última esperanza, una luz al final del túnel, encontré el nombre de Mariela Gauna. Leí testimonios, historias similares a la mía, personas que habían recuperado su amor gracias a sus rituales. Al principio, dudé. Era escéptica, incluso incrédula. Pero el dolor era tan intenso, la desesperación tan profunda, que decidí arriesgarme. Contacté con Mariela, con el corazón encogido por la incertidumbre, pero también con una chispa de esperanza, la más pequeña, la más débil, pero presente.

    La conversación con Mariela fue diferente a cualquier otra que haya tenido. Me escuchó con atención, con una empatía que me conmovió profundamente. No me juzgó, no me menospreció, simplemente me entendió. Me explicó con detalle el proceso del amarre de amor, la importancia de la magia blanca pura, la necesidad de la fe y la esperanza. Me tranquilizó, me dio fuerzas, me hizo sentir que no estaba sola en mi lucha. Me explicó que no se trataba de manipulación, sino de restablecer el equilibrio energético entre Daniel y yo, de abrir un camino para que el amor pudiera volver a fluir entre nosotros.

    Comenzamos el ritual. Fue un proceso delicado, lleno de momentos de introspección, de reflexión, de sanación. Mariela me guio con paciencia, con sabiduría, con una energía positiva que me llenaba de fuerza. Tuve que trabajar en mí misma, en mis errores, en mis miedos, en mis inseguridades. Tuve que perdonar, tuve que sanar, tuve que creer. Y poco a poco, a medida que avanzaba el ritual, sentí que mi dolor se aliviaba, que mi esperanza crecía, que mi fe se fortalecía.

    Pasaron semanas. Y entonces, un día, recibí un mensaje de Daniel. Un simple mensaje, una pregunta inocente, pero que para mí fue como un rayo de sol en medio de una tormenta. Respondimos, hablamos, nos encontramos… Fue como si el tiempo se hubiera detenido, como si la ruptura nunca hubiera ocurrido. Daniel me explicó que había sentido una extraña necesidad de contactarme, una fuerza irresistible que lo había empujado a buscarme. Reconoció sus errores, sus dudas, sus miedos. Y yo, a mi vez, le expresé mis arrepentimientos, mis deseos de reconstruir nuestra relación.

    Hoy, meses después, Daniel y yo estamos juntos de nuevo. Nuestra relación es más fuerte, más madura, más consciente. Hemos aprendido de nuestros errores, hemos sanado nuestras heridas, hemos reconstruido nuestra confianza. Y todo gracias a Mariela Gauna y su amarre de amor, un ritual que no solo me devolvió a Daniel, sino que me devolvió a mí misma, me devolvió la esperanza, la alegría, la paz interior. No puedo expresar con palabras la gratitud que siento hacia Mariela, por su profesionalidad, su empatía, su sabiduría, su don especial. Ella no solo realizó un amarre de amor, ella realizó un milagro en mi vida.

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