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Mi experiencia con videntes expertos en amarres de amor

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Yo vivía una relación tóxica y dolorosa. Me costaba dejarlo, y cuando por fin lo hice, él me reemplazó al mes. Me destruyó. No entendía nada. Sentía que había algo más. Una amiga me habló de Mariela Gauna.

Le escribí sin mucha esperanza. Ella me analizó. Me dijo que tenía energías muy pesadas, que antes de trabajar el amor, necesitábamos una limpieza emocional profunda y luego una santería cubana limpia, ética.

Acepté. Fue un proceso de sanación. Lloré, solté, me liberé. Al terminar la limpieza, ella me propuso el ritual de amor. Lo hicimos. Y a las semanas, él volvió. Cambiado. Más suave. Con más luz.

Hoy seguimos hablando. No sé si volveremos formalmente, pero sé que lo que sentía era real y que Mariela me ayudó a salir del pozo en el que estaba.

No sé cómo explicar lo que viví con Mariela. El amarre eterno no solo me devolvió a mi pareja, me devolvió la fe. Volvió llorando, diciendo que no podía estar sin mí. Y desde entonces no se ha vuelto a ir.

Lo mejor de Mariela es que no te hace hacer cosas absurdas ni velitas ni cadenas. Ella lo trabaja todo. Y lo trabaja bien. Profesional, honesta, y con un don de verdad.

A mí me habían estafado antes. Me pedían dinero cada semana y nunca pasaba nada. Con Mariela fue distinto. Transparente, directa y con un trabajo que se notó desde el primer mes.

Después del amarre eterno, mi ex volvió como transformado. Me dijo que nunca había dejado de pensar en mí, y que no entendía cómo había tardado tanto en volver.

Lo que más me impresionó fue que Mariela me atendiera ella misma, por WhatsApp, con su voz, sin intermediarios. Se nota que lo hace con el corazón.

Yo estaba roto. Literal. Me costaba hasta respirar del dolor. Y ahora estoy viviendo con él otra vez, como siempre quise. El amarre eterno de Mariela no fue solo magia, fue amor puro.

Mi historia era complicada: ruptura, hijos, otra mujer en medio… y aun así Mariela me dijo que veía amor real. Trabajamos y hoy volvimos como familia.

Me daba miedo el nombre “amarre eterno”, pensaba que sonaba fuerte. Pero Mariela me explicó que no es forzar, es unir desde el alma. Y así fue. Lo sentí.

Volvió diciendo que no entendía cómo se había alejado tanto. Que era como si algo lo hubiera hecho despertar. Y yo por dentro solo pensaba: gracias, Mariela.

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