Mi experiencia con videntes expertos en amarres de amor
Cita de Adidas..FG en abril 25, 2025, 12:45 amNunca pensé que llegaría a escribir algo así en un foro. Siempre fui la típica persona que cree que todo se puede solucionar con diálogo, con voluntad, con amor puro. Pero no. Hay momentos en los que eso no basta. Y eso fue lo que me pasó a mí. Estuve con él casi seis años. Tuvimos de todo: pasión, amistad, peleas, reconciliaciones, viajes, planes de futuro, ganas de formar una familia… lo que yo creía que era una relación con cimientos. Hasta que un día, como quien cierra una puerta con una ráfaga de viento, me dijo que ya no quería seguir.
Me dijo que estaba confundido, que no era feliz, que necesitaba reencontrarse consigo mismo. Todo en un mensaje de voz de apenas dos minutos. Ni siquiera me lo dijo a la cara. Me bloqueó a los días. Desapareció como si yo no hubiese sido parte de su vida. Yo sentía que me moría. Me levantaba con taquicardia, vomitaba de los nervios, me temblaban las manos, no podía comer. No entendía absolutamente nada. Me obsesioné buscando respuestas. Hablé con amigas, con terapeutas, con tarotistas que encontré por Instagram, algunas me ilusionaban, otras me daban miedo, otras me sacaban dinero y no me decían nada.
Un día, llorando en silencio, con el móvil en la mano a las cuatro de la mañana, leí un comentario en un foro sobre una mujer llamada Mariela Gauna. Decían que era diferente. Que era real. Que era humana. Que no trabajaba si no veía viabilidad, que te atendía ella misma, que analizaba tu caso gratis y te decía la verdad. Yo pensé: “Otra más”. Pero había algo distinto en cómo hablaban de ella. Entré en su web, luego en su canal de YouTube. Vi varios vídeos. Escuché su voz. Me temblaron las piernas. Sentí algo que no puedo explicar. Era como si me hablara a mí.
Le escribí. Me respondió alguien con un texto explicativo, muy correcto, muy respetuoso. Luego me pidieron mi nombre, edad, signo y el de mi ex. Yo lo di con el corazón en la mano. A los pocos días recibí su vídeo de presentación, y después su audio personalizado. Cuando lo escuché… no tengo palabras. Me habló por mi nombre, como si me conociera de antes. Me describió cosas que nadie sabía. Me dijo que él aún tenía amor por mí, pero que estaba atrapado en un bloqueo emocional, que tenía presiones familiares, que la nueva chica solo era una válvula de escape. Me explicó que si yo quería, se podía trabajar. Pero que iba a ser profundo, delicado, y que no sería inmediato.
Decidí hacerlo. Con miedo, con dudas, pero con fe. Y desde ese momento, todo cambió. Mariela estuvo conmigo en cada paso. Me mandaba mensajes preguntando cómo me sentía, me hablaba con dulzura pero con firmeza. No me llenó de frases mágicas, me sostuvo. Me explicó cada cosa que iba sintiendo. Al mes, él me desbloqueó. Me miraba las historias, me apareció en “personas que quizás conozcas” en otra cuenta. Me temblaban las manos cada vez que lo veía. No le escribí. Esperé. A los 40 días, me escribió él.
Me dijo que había estado pensando en mí sin parar. Que soñaba conmigo. Que me sentía cerca aunque no supiera por qué. Que no entendía por qué de repente se acordaba de cosas nuestras todo el tiempo. Me invitó a tomar algo. Nos vimos. Me abrazó fuerte. Me temblaba la voz. Me dijo que necesitaba verme, oírme, saber si yo seguía sintiendo lo mismo. Yo solo lloré. Le dije que no entendía nada, que lo había pasado muy mal. Él también lloró. Me pidió perdón. Me dijo que había sido un cobarde. Que no supo cómo enfrentar el miedo. Que con la otra no era feliz. Que estaba todo el tiempo comparando. Que había cosas que solo vivió conmigo.
No volvimos esa misma noche. Pero desde ese momento no dejó de escribirme. Empezamos a hablar de nuevo, despacio, con heridas, pero con una conexión que seguía viva. A los dos meses volvimos oficialmente. Hoy convivimos otra vez. Estamos en terapia de pareja. Queremos formar una familia. Y cada día le agradezco a Mariela. No solo por el resultado, sino por su ética, su verdad, su amor por lo que hace. Porque no trabaja con el dolor de la gente. Trabaja con la energía del alma.
Si alguien que está leyendo esto está pasando por algo parecido, le digo: no estás sola. Hay personas que trabajan con luz, de verdad. Y Mariela Gauna es una de ellas. No tengo cómo agradecerle lo que hizo por mí. Solo sé que me devolvió lo que pensaba que había perdido para siempre.
Nunca pensé que llegaría a escribir algo así en un foro. Siempre fui la típica persona que cree que todo se puede solucionar con diálogo, con voluntad, con amor puro. Pero no. Hay momentos en los que eso no basta. Y eso fue lo que me pasó a mí. Estuve con él casi seis años. Tuvimos de todo: pasión, amistad, peleas, reconciliaciones, viajes, planes de futuro, ganas de formar una familia… lo que yo creía que era una relación con cimientos. Hasta que un día, como quien cierra una puerta con una ráfaga de viento, me dijo que ya no quería seguir.
Me dijo que estaba confundido, que no era feliz, que necesitaba reencontrarse consigo mismo. Todo en un mensaje de voz de apenas dos minutos. Ni siquiera me lo dijo a la cara. Me bloqueó a los días. Desapareció como si yo no hubiese sido parte de su vida. Yo sentía que me moría. Me levantaba con taquicardia, vomitaba de los nervios, me temblaban las manos, no podía comer. No entendía absolutamente nada. Me obsesioné buscando respuestas. Hablé con amigas, con terapeutas, con tarotistas que encontré por Instagram, algunas me ilusionaban, otras me daban miedo, otras me sacaban dinero y no me decían nada.
Un día, llorando en silencio, con el móvil en la mano a las cuatro de la mañana, leí un comentario en un foro sobre una mujer llamada Mariela Gauna. Decían que era diferente. Que era real. Que era humana. Que no trabajaba si no veía viabilidad, que te atendía ella misma, que analizaba tu caso gratis y te decía la verdad. Yo pensé: “Otra más”. Pero había algo distinto en cómo hablaban de ella. Entré en su web, luego en su canal de YouTube. Vi varios vídeos. Escuché su voz. Me temblaron las piernas. Sentí algo que no puedo explicar. Era como si me hablara a mí.
Le escribí. Me respondió alguien con un texto explicativo, muy correcto, muy respetuoso. Luego me pidieron mi nombre, edad, signo y el de mi ex. Yo lo di con el corazón en la mano. A los pocos días recibí su vídeo de presentación, y después su audio personalizado. Cuando lo escuché… no tengo palabras. Me habló por mi nombre, como si me conociera de antes. Me describió cosas que nadie sabía. Me dijo que él aún tenía amor por mí, pero que estaba atrapado en un bloqueo emocional, que tenía presiones familiares, que la nueva chica solo era una válvula de escape. Me explicó que si yo quería, se podía trabajar. Pero que iba a ser profundo, delicado, y que no sería inmediato.
Decidí hacerlo. Con miedo, con dudas, pero con fe. Y desde ese momento, todo cambió. Mariela estuvo conmigo en cada paso. Me mandaba mensajes preguntando cómo me sentía, me hablaba con dulzura pero con firmeza. No me llenó de frases mágicas, me sostuvo. Me explicó cada cosa que iba sintiendo. Al mes, él me desbloqueó. Me miraba las historias, me apareció en “personas que quizás conozcas” en otra cuenta. Me temblaban las manos cada vez que lo veía. No le escribí. Esperé. A los 40 días, me escribió él.
Me dijo que había estado pensando en mí sin parar. Que soñaba conmigo. Que me sentía cerca aunque no supiera por qué. Que no entendía por qué de repente se acordaba de cosas nuestras todo el tiempo. Me invitó a tomar algo. Nos vimos. Me abrazó fuerte. Me temblaba la voz. Me dijo que necesitaba verme, oírme, saber si yo seguía sintiendo lo mismo. Yo solo lloré. Le dije que no entendía nada, que lo había pasado muy mal. Él también lloró. Me pidió perdón. Me dijo que había sido un cobarde. Que no supo cómo enfrentar el miedo. Que con la otra no era feliz. Que estaba todo el tiempo comparando. Que había cosas que solo vivió conmigo.
No volvimos esa misma noche. Pero desde ese momento no dejó de escribirme. Empezamos a hablar de nuevo, despacio, con heridas, pero con una conexión que seguía viva. A los dos meses volvimos oficialmente. Hoy convivimos otra vez. Estamos en terapia de pareja. Queremos formar una familia. Y cada día le agradezco a Mariela. No solo por el resultado, sino por su ética, su verdad, su amor por lo que hace. Porque no trabaja con el dolor de la gente. Trabaja con la energía del alma.
Si alguien que está leyendo esto está pasando por algo parecido, le digo: no estás sola. Hay personas que trabajan con luz, de verdad. Y Mariela Gauna es una de ellas. No tengo cómo agradecerle lo que hizo por mí. Solo sé que me devolvió lo que pensaba que había perdido para siempre.
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