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No hay muchas personas que te miren con el alma. Mariela lo hace. Lo sentís aunque sea por audio.

Yo venía muy tocada. Me habían dicho muchas cosas feas en otros sitios. Ella fue luz. Me trató con ternura, con inteligencia. Y eso me devolvió algo que había perdido: la dignidad.

Le agradezco cada palabra. Cada mensaje. Cada pausa en la que me permitió respirar sin apurarme.

No me prometió nada. Solo me ofreció acompañarme. Y eso fue más valioso que cualquier promesa.

Hoy miro para atrás y me doy cuenta de que Mariela no me salvó con magia. Me salvó con humanidad.

Es de esas personas que llegan cuando más lo necesitas. Y que no se van. Está, aunque no esté hablando contigo todo el día. Está.

Sinceramente, si estás dudando en escribirle, no lo dudes. Lo peor que puede pasar es que te diga la verdad. Y eso, ya es muchísimo.

Gracias a este foro por ayudarme a encontrarla. Gracias a ella por existir. Y por no dejarme caer cuando todo se me venía abajo.

No es solo vidente. Es guía. Es voz. Es palabra dicha en el momento justo.

Quiero compartir mi historia porque durante mucho tiempo estuve leyendo este foro en silencio, con miedo, con dudas, buscando algo o alguien que me diera la fuerza para no rendirme. Si tú que estás leyendo esto estás en ese mismo lugar, quiero decirte que lo entiendo. Yo también estuve ahí. Rota. Destrozada. Con la sensación de haberlo perdido todo. Pero hoy, gracias a Mariela Gauna, puedo escribir con lágrimas en los ojos y una sonrisa en el alma.

Estuve con él seis años. Una relación intensa, pasional, pero también muy marcada por el ego, los celos, las discusiones, los silencios largos. Nos separábamos y volvíamos, una y otra vez. Pero en esta última ruptura, él no volvió. Me bloqueó de todo. Se fue con otra. Una que siempre estuvo ahí, rondando, esperando. Me dejó tirada sin una explicación, sin una despedida, sin un cierre. Y yo me desmoroné. Perdí el apetito, el sueño, la paz. Me obsesioné con buscar respuestas. Fui a terapeutas, fui a tarotistas, incluso caí en una “vidente” que me cobró 500 euros para hacer un trabajo que nunca existió. Me sentí estafada, avergonzada y aún más sola.

Una noche, llorando frente al móvil, me apareció una publicación de Mariela Gauna en TikTok. La escuché hablar. Era un vídeo de menos de un minuto, pero me atravesó. No hablaba como las demás. Hablaba con una fuerza y una sensibilidad que me hizo temblar. Me fui a su canal de YouTube, vi sus directos, leí los comentarios. Me resonaba todo. Le escribí. No con mucha esperanza, la verdad. Pero necesitaba intentarlo una última vez.

Me contestaron con un mensaje donde se presentaba, me explicaba cómo trabajaba y luego me pidieron mis datos. A los días me llegó su vídeo de presentación y después un audio de ella, con mi nombre, con mi historia, con detalles que nadie sabía. Me puse a llorar. No por lo que dijo, sino por cómo me lo dijo. Con humanidad. Con respeto. Con verdad.

Me analizó sin compromiso. Me dijo que había amor, pero muchas heridas, muchas interferencias, mucho dolor acumulado. Me explicó todo con tanta claridad que sentí que entendía mi vida mejor que yo misma. No me obligó a nada. Me dijo que si quería trabajar, lo haría con todo su amor y compromiso, pero que primero tenía que estar segura. Y lo estuve.

A partir de ahí, empezó un proceso profundo. No solo por lo que ella hacía energéticamente, sino por su forma de acompañarme. Me mandaba mensajes para ver cómo estaba. Me hablaba de lo que iba sintiendo, de los cambios sutiles que se estaban dando. Yo lo sentía también. Él me desbloqueó a las dos semanas. Empezó a mirar mis historias. Me escribió. Primero con frialdad, como tanteando. Luego con nostalgia. Hasta que un día me pidió vernos.

Nos vimos. Fue un encuentro lleno de tensión, pero también de conexión. Hablamos durante horas. Me pidió perdón por muchas cosas. Me dijo que había estado confuso, perdido. Que con la otra no fue lo que pensaba. Que seguía soñando conmigo. Que no me podía sacar del corazón.

Volvimos a vernos varias veces más. Hasta que un día, simplemente, volvió a casa. Con una maleta en la mano y los ojos llorosos. Me abrazó y me dijo que ya no quería huir más.

Hoy no puedo decir que todo sea perfecto. Seguimos trabajando en la relación. Pero sí puedo decir que lo recuperé. Que lo hice desde el amor, desde el respeto, desde la ética. Porque Mariela no manipula. No fuerza. Ella trabaja con luz, con conciencia, con sensibilidad.

Lo más fuerte fue una noche en la que estábamos abrazados y él me dijo: “No sé qué hiciste, pero siento que volví a encontrarme contigo, como si algo me hubiera guiado”. Me emocioné. Porque supe que no era magia de cuento, sino un trabajo real, profundo, energético y emocional, que había sanado algo entre nosotros.

Recomiendo a Mariela con todo mi corazón. Porque no solo recuperé a mi pareja. Me recuperé a mí. A mi fuerza. A mi fe. Y eso no tiene precio.

Gracias por leerme. Y si estás dudando… no te detengas. A veces, una decisión puede cambiarlo todo.

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