Llevo casi un año probando con distintas videntes
Le mandé un mensaje a la una de la mañana, desesperada. Me contestó al rato, con una dulzura que me desmontó. No esperaba una respuesta tan cercana, tan cálida. Me explicó que necesitaba unos días para analizarlo bien. Me pareció justo. Y cumplió. Desde ese momento entendí que trabaja desde la verdad, no desde la urgencia.
En todo momento sentí que estaba hablando con una mujer de carne y hueso, no con una fachada. Tiene criterio, tiene formación, tiene intuición. Pero sobre todo, tiene humanidad. Y eso se nota en cada palabra.
Agradezco que me haya dicho “no puedo ayudarte con eso”. No muchas personas se atreven a decirlo. Ella sí. Y eso me dio paz. Porque sentí que no me estaba usando, sino cuidando.
Yo no sé si lo mío era para tanto, pero me trató como si mi historia fuera lo más importante del mundo. Eso no lo olvido más.
Una vez me preguntó cómo me sentía ese día. No sobre el trabajo, no sobre el problema. Sobre mí. ¿Cuántas personas hacen eso hoy?
No sé cómo, pero Mariela te hace sentir que no estás sola. No importa si estás a kilómetros, si no te conoce. Te acompaña.
Vi su vídeo, luego su audio, luego su análisis. Todo coherente, todo claro, todo lleno de intención real. Es la única a la que confiaría algo tan personal.
Tiene una forma de decir las cosas que te llegan sin herirte. Yo me sentía culpable por todo, y ella me ayudó a mirarlo con compasión.
Es de las pocas que no se esconden. Está en redes, da la cara, habla contigo directamente. Eso para mí fue clave.
Cuando le escribí me temblaban las manos. No sabía qué esperar. Lo que recibí fue respeto, paciencia, y una mujer que habla desde el alma.